El aseo o tocador ofrece el panorama que define la higiene del Siglo del Oro: perfumes, maquillajes, friegas y ungüentos eran ampliamente utilizados y su uso desplazaba al agua.
La costumbre del baño no era nada habitual en la época de Cervantes; sin embargo, se apreciaba la ropa blanca (ropa interior) y mudarla era signo de limpieza. Esta ropa, junto con otras prendas, aparece dispuesta en el armario y distribuida por el resto de la sala.