El padre de Cervantes, Rodrigo, era, en palabras de la época, médico zurujano, oficio que estaba a medio camino entre el médico y el barbero. Estos zurujanos tenían, a diferencia de los barberos, instrucción teórica y conocimientos de anatomía y de medicina, por lo que se dedicaban a las operaciones de cierta envergadura. Los barberos, poco más que curanderos, realizaban básicamente curas de heridas y sangrías. Con respecto a ambos, el médico estaba en un nivel superior; su mejor posición social y preparación le proporcionaba una mayor clientela. Los objetos que se exhiben en esta sala recrean su oficio: instrumental quirúrgico, como las lancetas para las sangrías (tratamiento universal con el que se pretendía extraer los humores que causaban las enfermedades y cuyo asiento se suponía en la sangre), tarros con hierbas, vasos de cristal tafetado, un alambique, etc. El sillón de madera para las actividades propias del cirujano sangrador ocupa el centro de la estancia y toma como modelo la silla de gota de Felipe II de El Escorial.
En una pequeña alacena de estilo mudéjar se disponen elementos característicos de las boticas de la época, pues médicos y cirujanos elaboraban sus propios fármacos en ocasiones: botes de farmacia de Talavera o Puente del Arzobispo, orzas, cajas para píldoras y almireces de los siglos XVI y XVII, empleados en la trituración de los medicamentos, con ayuda de un mazo o mano larga y decorados con relieves y leyendas compartimentadas.
Con motivo de la realización de unas obras para la consolidación de los muros de la cámara de Rodrigo de Cervantes, aparecieron restos de pintura mural al temple con inscripciones en letra gótica y decoración de cortinaje con motivos renacentistas. Estas pinturas, incorporadas a la decoración de la estancia, constituyen un valioso documento que prueba la existencia de la casa en la segunda mitad del siglo XVI.